Hace unos días me encuentro a una conocida a la que veo esporádicamente,
nos saludamos y ¿a la pregunta como estás? Me mira con esa carita de algo pasa,
no se como decirlo, pero necesito soltarlo. Esta chica es una persona que se
guarda las cositas, no es amante de ir contando su vida, como me pasa a mí y
quizá a una gran parte de mujeres que nos comemos mil y un marrones, salimos de
todo y nadie se entera de nada.
Cuando me cuenta lo que sucede, me quedo estupefacta,
pensando no puede ser, pero si lo es. Hace tiempo aprendí que eso que ocurre
uno entre un millón, ocurre, sea para lo bueno o malo, no vamos a estar
pensando siempre en lo peor, y que las casualidades existen. En esta vida la realidad
supera con creces a la ficción.
Me quedé esa tarde muy rallada, pensando en lo que le había
ocurrido, pros, contras y pensando que no me gustaría estar en su pellejo y
sobre todo que se le resolviese todo de la mejor manera. Al día siguiente había
quedado con ella para hacerle un encargo. Me confirmó lo que yo intuía, que
nadie sabía nada. No quiere decir nada
hasta saber seguro lo que ocurre, yo soy la única persona que sabe su historia,
y se que así es, así como mi amiga sabe que lo que me cuente no sale de mi boca.
Confidencias de mujer
que van cayendo en algún cajón y se van con nosotras. Confidencias que con un café saben mejor.
Echo la vista atrás, en el tiempo, en los libros y me da la
impresión que ese saber ser confidente, va cayendo en el olvido, que rápidamente
hay necesidad de soltar un secreto y que corre como la pólvora sin saber como
será su onda expansiva y cuantos heridos pueda arrastrar cuando estalle.
Luego hasta nos reímos. Me dice
-
Vengo con mi madre de hacer unos recado y no te lo vas
a creer, me he comprado unas zapatillas, porque claro, pensé, las mías están un
poco estropeadas y se que me van a hacer falta.
-
¿Has revisado los pijamas?
Me miro y rió.
Me dieron ganas de decirle, acuérdate de llevar las
braguitas buenas, pero cuando una es madre no hace falta recordarle esas cosas.
Son esas cosillas que nuestra cabeza va tramando, el equipo
de ir al hospital, que hacer con los niños, el esposo, la comida, hay que dejar
la casa limpia, compra hecha, comida cocinada congelada, porque aparte una no
sabe como va a regresar y si va a poder estar operativa o no. Una vez todo
resuelto, ya nos podemos ir a donde sea y creo que hasta se nos dibuja una
sonrisa de satisfacción de verlo todo organizado.
En mi caso, suelo tener un neceser de emergencia preparado,
tupers en el congelador y alguna lata de comida de esas de calentar y listo
para un por si (un por si acaso).
Y si a mi amiga al final la cosa le va bien, ha ganado unas
zapatillas nuevas.
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