Quienes hayaís probado en la guna ocasión dulces o bizcochos de convento, tendreís grabado ese peculiar sabor a rico, que nos transporta a la infancia en la mayoría de ocasiones y que cuando lo saboreas sabes que lo han hecho unas manos con paciencia y experiencia.
Un día dí con esta receta y me animé a hacerlo y la verdad, es para comerlo con los ojos cerrados y teletransportarse a la paz y armonía, a la calma.
Es muy sencillo de hacer.
4 huevos tamaño "L".
2 vasos (de los de agua) de azúcar.
1 vaso (de los de agua) de leche.
3 vasos (de los de agua) de harina.
1 vaso (de los de agua) de aceite de girasol.
1 sobre de levadura.
ralladura de un limón
Batir
los huevos con el azúcar hasta que blanqueen.
Sin
dejar de batir ir añadiendo los demás ingredientes. Yo la harina la tamizo
primero, junto con la levadura.
Un día dí con esta receta y me animé a hacerlo y la verdad, es para comerlo con los ojos cerrados y teletransportarse a la paz y armonía, a la calma.
Es muy sencillo de hacer.
4 huevos tamaño "L".
2 vasos (de los de agua) de azúcar.
1 vaso (de los de agua) de leche.
3 vasos (de los de agua) de harina.
1 vaso (de los de agua) de aceite de girasol.
1 sobre de levadura.
ralladura de un limón
Verter
la mezcla en un molde. Si necesita engarse, hacerlo antes.
En
horno precalentado a 180º, cocer durante 60 minutos.
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